El parentesis más largo s'acaba de publicar al castellà amb l'editorial Godall i traducció de Gonzalo Torné. Reproduïm l'entrevista que Plataforma 80grams li ha fet a l'autora en motiu d'aquesta traducció. Este es el primer libro de Tina
Vallès traducido al castellano. ¿Cómo esperas que lo reciban los nuevos
lectores? ¿Crees que es un buen libro para estrenarte ante el nuevo público?
No es el primero, es el segundo. El primero (para adultos) fue la
novela La memoria del árbol,
publicada por Anagrama en junio de este año. Con ella gané el premio Anagrama
Llibres 2017 en enero y me consta que en castellano el libro está funcionando
bastante bien. Así que espero que esa buena acogida sea contagiosa y El paréntesis más largo tenga una suerte
semejante. Son dos libros muy diferentes, pero los dos tienen un público
potencial bastante amplio. Los cuentos de El
paréntesis más largo combinan humor, ironía, sarcasmo, reflexión y algunos
toques de surrealismo, yo creo que hay para todos los gustos.
(Y también se han traducido al castellano algunos de mis libros
infantiles.)
El paréntesis más largo es una pequeña crónica de la
Barcelona actual, de sus gentes más diversas. ¿Crees que son cuentos
universales válidos para cualquier ciudad y gente del mundo?
Quiero pensar que sí, que la mayoría de los cuentos (localizados todos
menos uno en un entorno urbano, de gran ciudad) podrían pasar perfectamente en
Madrid o Bilbao o Salamanca, en cualquier gran ciudad, también en Londres o
París o Berlín. Yo los localizo en Barcelona porque es mi ciudad, pero soy del
parecer que la ubicación de un cuento, de una novela, no es algo que nos tenga
que privar de entrar o no del todo en la narración. Me imagino, por ejemplo, que
el cuento de «Mali» puede pasar perfectamente en el centro de Madrid, sin
ningún tipo de problema, solo nos hace falta una librería de arte, un bar, dos
matrimonios con alto poder adquisitivo y una rutina amorosa que los tiene
anestesiados...
¿Crees que la literatura debe
de ser universal?
Da igual lo que yo crea. Lo es. Soy traductora de profesión, los
traductores literarios nos dedicamos a evidenciar que la literatura es
universal, que lo único que nos priva de leer, qué sé yo, un autor sueco es la
barrera del idioma, y para eso estamos nosotros: para sacar esa barrera del
medio y acercar ese autor pongamos que sueco al lector que no sabe sueco.
¿Cual fue el primer cuento que
escribiste de los 17 que incluye el libro?
El primero que escribí es «Leche cereales agua», y lo escribí pensando
que sería el que abriría el libro. Para mí es un cuento «programático», y
perdón por la palabrita. La manera cómo está escrito, como el personaje escribe
esa carta improvisada, es la manera cómo yo sentí que escribiría la mayoría de
cuentos del libro. Por eso lo puse el primero, es como una presentación del
tono general del libro.
¿Cual es de ellos el que más te
representa?
No sé si representar sería
la palabra, pero hay uno que lo leo ahora y me sigue pareciendo muy necesario y
me sigo sintiendo muy reflejada en él. Es «Taxi», un cuento sobre una mujer que
va en taxi, de parto, y de pronto se plantea si realmente ella quería tener un
hijo. Es un cuento que nace de la rabia, de un cabreo mío que ocho años después
de ser madre sigue muy latente en mis adentros: esa idea de la maternidad
feliz, de la maternidad que hace que una mujer sea completa, esa soberana
mentira que hace vender tantos libros sobre maternidades ficticiamente felices
y equilibradas. Me saca de quicio esa mentira y el provecho comercial que se le
saca. Tenía ganas de contar el lado oscuro de la maternidad, y uno de los
primeros momentos oscuros es cuando ya casi vas de parto y te das cuenta de que
va en serio, de que vas a tener un hijo, y te vienen todas las dudas, miles de
dudas, algunas muy nocivas; es cierto que también hay alegría y felicidad en la
maternidad, pero no es tan instantánea, automática y pura como nos lo han
querido hacer creer; y luego está la tomadura de pelo del «instinto maternal»,
que tanta frustración y desánimo ha causado entre miles de madres primerizas...
¿Escribiste todos los cuentos
pensando en la totalidad del libro o los fuiste escribiendo por separado y
después los juntaste?
Sí, tenía claro desde un principio que era un libro sobre pausas, sobre
esos momentos en que todo se para sin que tú lo decidas y de repente tienes un
rato para pensar en tus conflictos, y en cómo a veces un momento de estos, de
reflexión impuesta por un paro no deseado, te lleva a hacer algún cambio en tu
vida o no. Y también quería escribir sobre las distintas maneras de reaccionar
a este tipo de pausas. Mis personajes están muy quietos si los miras por fuera,
su batalla, su historia, es interior.
Todos los relatos tienen un
hilo conductor: la fuga mental de sus protagonistas que huyen de la realidad
que les rodea para hacer una introspección de sus vidas y descubrir sus
insatisfacciones. ¿Crees que uno de los objetivos de la literatura es remover
nuestros fantasmas interiores?
No es un objetivo de la literatura, pero es algo que la literatura
puede provocar en el lector. Me gustaría pensar que nadie escribe pensando:
«venga, voy a remover los fantasmas interiores de los lectores». En todo caso,
remueves los tuyos, y a lo mejor eso hace que al lector le pase algo semejante
cuando te lea. Pero ponerse como objetivo provocar algo en el lector cuando
escribes me parece no solo un error sino también una actitud muy
pretenciosa.
Y todo explicado des de
cotidianidad de pequeños hechos a veces intrascendentes, otras absurdas, que alejan
de la realidad a los protagonistas.
A mí me gusta más llamarlo rutina,
y no cotidianidad. Parece que si eres mujer y te «encasquetan» la cotidianidad
como tema ya no hay quien se saque el peso de esa etiqueta de encima y tiene
unas connotaciones que no me gustan. A mí me interesa la rutina, me gusta
investigarla, darle la vuelta, verle las costuras, intentar romperla para que
el personaje quiera recuperarla como sea. La rutina no es algo negativo. La
rutina nos protege, es nuestro hogar, cuando la perdemos nos perdemos. Mis
personajes se pierden en sus pensamientos en un parón de su rutina y eso,
claro, puede parecer absurdo, intrascendente, pero para ellos es un momento
clave que les viene dado sin buscarlo, alguien, algo (un ascensor estropeado,
un metro que no llega, la cola del supermercado, la sala de espera del
oculista…) les obliga a parar, y cada uno para y piensa a su manera, alrededor
de su obsesión.
Hay nostalgia, ternura, drama, pero
también mucho ironía y humor. ¿La vida no se podría suportar sin humor?
Yo no la soportaría sin humor, no. Conozco gente que vive sin él, es
la misma gente que siempre se toma las palabras por el sentido más solemne, que
no se permite jugar con ellas. Me parece imposible vivir así, siendo esclavo de
las palabras. El humor es un juego, un juego con las palabras, es ejercicio
mental, y para mí es salud mental.
Tus libros salen de la observación
minuciosa de la realidad, que después describes con gran precisión. ¿Los
escritores tenéis unas gafas mágicas para observar el mundo?
No me atrevo a generalizar. Yo sólo sé que viendo lo mismo que ven los
que me acompañan, a mí me salen imágenes, historias, personajes. Y me doy
cuenta de que me fijo en cosas que los otros ven, pero no miran. Es una manera
de fijarse en las cosas, supongo. Pero depende de qué tipo de escritor seas.
Creo que en este sentido hay dos clases de escritores, los que miran y los que
escuchan. Yo soy más de mirar, porque cuando escribo lo hago con imágenes y no con
palabras.
¿Cuales son tus referentes
literarios?
Lo de los referentes literarios cada vez lo respondo diferente, porque
es una pregunta con respuesta mutante. Si te digo que lo es Mercè Rodoreda,
¿vas a leerme buscando sus trazos en mis cuentos? A lo mejor te frustras.
Bueno, lo más seguro. Tengo unos autores fijos que leo y releo a menudo, y
entre ellos está Rodoreda y también Alberto Moravia, Georges Perec y Henry
James, pero no sé si eso luego se detecta en lo que escribo, y la verdad es que
me da lo mismo. Luego aparecen también escritores nuevos, que descubro y que se
convierten en nuevos faros para mí, y el más destacado de ellos ahora mismo
sería Gonçalo M. Tavares, sobre todo por su Un
viaje a la India.
Has escrito dos libros más de
relatos y recientemente una novela. ¿En que genero te encuentras más a gusto?
He publicado tres libros de cuentos, dos novelas y unos cuantos libros
infantiles, y en todos los registros me siento a gusto. Si no, no lo haría.
Sufrir escribiendo no entra en mis planes.
¿Nos olvidamos a menudo que los
paréntesis en la vida son necesarios?
Sí, pero por suerte siempre hay un metro que se retrasa o un médico
con la consulta llena hasta los topes que nos permite parar, que nos regala una
pausa para que nos oxigenemos un poco, ¿no?
¿No crees que tus cuentos son
muy cinematográficos?
Me lo han dicho. Supongo que tiene que ver con lo que decía antes, que
escribo a partir de imágenes, no palabras. Visualizo y luego escribo. Y después
ya viene el trabajo de moldear lo escrito para que se ajuste a lo que quiero
dibujar con mi relato.
GRACIAS, TINA. UN SALUDO
Un placer.
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